La miel, además de ser el más fino y delicado de los alimentos dulces, es rica en vitaminas, sales minerales y múltiples principios nutritivos y curativos.

Es necesario despertar en la gente la conciencia de que debe consumir más miel. Y sobre todo los niños que tienen en ella un magnífico sustituto de las golosinas a base de azúcar industrial, tan perjudicial por muchos conceptos, y especialmente para los dientes.

¿Quién no conoce, aunque no sea más fácil que por referencias extrañas, las innumerables virtudes de la miel, el maravilloso producto de la naturaleza elaborado por esos laboriosos seres que son las abejas, verdaderas benefactoras de la humanidad, que nos lo entregan listo ya para ser consumido, sin otro esfuerzo de nuestra parte que llevárnoslo a la boca y paladearlo golosamente? Todos lo conocen. Preguntamos a cualquier ama de casa, y nos responderá que sabe que la miel es un alimento de primera calidad; y no sólo eso, sino que muy probablemente nos mencionará varias de las aplicaciones medicinales y terapéuticas caseras, que conoce por referencias de sus amigas y vecinas, o por haberlas experimentado ella misma alguna vez.

¿Cómo se explica, entonces, que la miel no figure en todas las mesas, ocupando en ellas un lugar de preferencia?

¿Cómo es que no se aprovechan esas maravillosas virtudes, sobre todo desde que no son desconocidas para nadie? En realidad, no lo sabemos bien.

Y por si esas circunstancias residiera en un conocimiento imperfecto de las bondades de la miel, nos ocupamos aquí de tan maravilloso producto, poniendo brevemente de relieve todas sus positivas propiedades, como así también  su aplicación.

La miel el mejor de los azucares

Más de la mitad de la energía producida en el organismo humano es debida a los azúcares proporcionados por la alimentación. El azúcar es el más asimilable de artículos de consumo. Gracias al consumo de azúcar, la capacidad de trabajo aumenta notablemente. Es por esta razón que los deportistas que consumen mucho azúcar tienen más resistencia y ganan con mayor facilidad competiciones.

Pero no todos los azucares se asimilan del mismo modo. El azúcar de remolacha o de caña, por ejemplo,  ha de sufrir previamente una hidrólisis, es decir un desdoblamiento. Este proceso solamente tiene lugar en el intestino delgado donde, bajo la acción del jugo pancreático, el azúcar se transforma en glucosa, o azúcar de uva y en fructosa, o azúcar de fruta, antiguamente denominado levulosa.

Estos azucares, clasificados como reductores, tienen la propiedad de, sin necesidad de transformación alguna, poder traspasar por osmosis las membranas celulares y ser absorbidos por el protoplasma. Constituyen , pues, un alimento directo de los elementos celulares, contrariamente a la sacarosa (azúcar de caña o de remolacha), que, como se ha indicado, necesita aquella trasformación previa, sin la cual no es asimilable.

La miel, que se compone casi exclusivamente de glucosa y fructosa puras, es decir, azúcares directamente asimilables, es evidentemente, un alimento precioso.

Hay que reconocer, con toda objetividad, que el azúcar, constituido únicamente por sacarosa, es un alimento muerto. Las numerosas operaciones químicas, la cocción prolongada de los jugos, han matado o eliminado todos los elementos vivos procedentes del zumo de la remolacha o el de caña.

La miel, en cambio, es un alimento vivo. Es un producto vegetal elaborado mediante el néctar de las flores, extraído por las abejas en la parte más profunda de su corola, modificado y transformado por ello, concentrado y depositado en las brescas, de donde es sacada por el apicultor con los medios modernos de que dispone.

El azúcar industrial no reemplaz jamás la miel. El primero tiene el efecto de ser irritante y es una grave equivocación el que las personas de estómago delicado lo consuman en abundancia. Para ser asimilado por el organismo debe, como los otros alimentos, y según ya hemos apuntado, sufrir una transformación. La segunda, en cambio, es directamente asimilable, la transformación, comienza en el alvéolo. Es un producto predigerido. Es el néctar de las flores mejorado, verdaderamente reforzado. La suma, al parecer, de dos vidas, la del vegetal y la del animal. El azúcar, por su parte, es, desde luego, una sustancia útil, pero es una sustancia muerta.

El azúcar no reemplazará jamás a la miel. La fábrica no puede suplir a la naturaleza. Cuando opera sobre materias vivas, éstas corren el riesgo de perder irremediablemente todos los elementos indispensables para la buena nutrición. La naturaleza, al contrario, realiza una síntesis del mineral y de la luz en una forma en la intimidad, compone una savia, una sangre, a la cual la abeja añadirá, sin cambiar nada, sus propias virtudes.

La miel no daña la dentadura, ni causa diabetes, siempre, claro está que no se abuse de ella. El azúcar, en cambio, sí es causa de caries, no por la acción directa que pueda tener sobre los dientes, sino porque en las manipulaciones de refinado a que se halla sometido  el despojado de la mayor parte de sus sales minerales, desmineralizando de esa manera el organismo, con la consecuencia fatal de que los dientes se carean. Todo ello, sin contar los aditivos químicos que comerciantes le añaden y que pueden lesionar los órganos digestivos, con esas adulteraciones.

Tenganse en cuenta que la miel, hasta llegar a nuestras mesas, no requiere transformación, modificación, purificación, mejora ni ninguna de las manipulaciones industriales que hacen tan peligrosos y nocivos los alimentos modernos, en su mayor parte, sin que el consumidor pueda darse cuenta de ello.

La miel de nuestras abejas es un producto realmente virgen, tico el elementos nobles, cuya acción sobre nuestro organismo no tiene parangón y merece el máximo interés por nuestra parte.

Por otra parte, estas sustancias nobles, ya se trate de vitaminas, hormonas, diastasas, oligoelementos o minerales, son vivas, activas, y en su mayor parte desempeñan el papel de potentes catalizadores, capaces de liberar la energía contenida en potencia en otros alimentos. Es por esto que la miel es un alimento energéticamente por excelencia, y que, como ha dicho un anciano apicultor: “No existe en la superficie de la tierra alimento más exquisito, perfume más suave, producto más sano”.